Frigiliana: It’s not Frig-lee-anna

La versión en español está después de la versión en inglés.

We weren’t permitted to turn left into the parking garage, so San Geraldo continued toward the roundabout where I assumed he would circle back. As he rounded the roundabout, it was obvious he wasn’t going to circle back. I quickly said as I pointed, “You have to go back there!” He obeyed, missing the roundabout and driving over a triangular median in the road as I yelled, “There’s a curb!” Matt and Lindy moaned, “No!” from the backseat. But it was too late. SG was able to reverse off the median. Lindy told me later she was sure we were going to need a tow. No damage done.

After we parked, we began our climb up through the old village. San Geraldo’s feet were bothering him, so after we climbed the first set of stairs, he pointed to the right and said, “I’ll just have a cup of coffee and wait down here.” We made our way almost to the top where that wonderful watercolorist lives and has his studio. I bought a painting for San Geraldo (click here).

The rest of my story is quite long. If you don’t want to bother reading it all, here it is in a nutshell: When we were in Frigiliana, San Geraldo was supposed to be having coffee in a certain direction so we could meet him after we climbed the town. He wasn’t there, nor anywhere else we looked. He didn’t have his phone. He finally showed up. He was on my shitlist. Now, if you want the long version (what my brother-in-law Tom would call the Michener version), keep reading. Otherwise, just skip to the pictures.

On our return we looked where we thought SG would be. Not there. I phoned him. No answer. I knew then he hadn’t brought his phone. I muttered and swore. Matt and I climbed back and forth in all directions several times and couldn’t find him. I worried a bit. What if he had had a heart attack and was taken away in an ambulance?

Finally, I went to the garage. The door we exited was locked. Exit only. I found an elevator. That took me to private parking. Matt phoned. SG had shown up. He had been sitting in one of several cafes atop the garage — completely hidden from our view unless we crossed the street (by that triangular median) and walked around a building. Finally, he got up and walked back to where we had parted company and spotted Matt and Lindy. I caught up with them. SG apologized humbly and profusely. He had waited a long time for service at the place he had pointed out to us. It never came. He then expected us to be gone longer.

I asked a waiter nearby where the pedestrian entrance to the garage was (there were no signs). He told me. We walked down. I had to pay the parking fee at a machine (there were no signs). I walked down a ramp. I asked someone and was directed up a flight of stairs. When I came back down, I turned right and walked half the length of the parking row (passing about 10 cars). The car was gone. I heard Matt calling my name. San Geraldo had decided to pull up closer, about 4 cars in the opposite direction from the stairway. Now why would I look there when I came back down the stairs?!? I got in the car and told San Geraldo I bought him a gift but I wasn’t in the mood to give it to him just then.

He later told me — after he thought it was safe — that while they were waiting for me to come up from the private parking, he had told Matt and Lindy he had a delicious sandwich, sat in the shade with a beautiful breeze, and truly relaxed and enjoyed himself. Matt told him, “I think maybe when you see Mitchell, you shouldn’t tell him.”

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No se nos permitió girar a la izquierda hacia el estacionamiento, por lo que San Geraldo continuó hacia la rotonda donde supuse que daría la vuelta. Cuando dio la vuelta a la rotonda, era obvio que no iba a dar la vuelta. Rápidamente dije mientras señalaba: “¡Tienes que volver allí!” Obedeció, se saltó la rotonda y pasó por encima de una mediana triangular en la carretera mientras yo gritaba: “¡Hay un bordillo!”. Matt y Lindy gimieron: “¡No!” desde el asiento trasero. Pero fue demasiado tarde. SG pudo revertir la mediana. Lindy me dijo más tarde que estaba segura de que íbamos a necesitar un remolque. Ningún daño hecho.

Después de estacionar, comenzamos a subir a través del antiguo pueblo. A San Geraldo le molestaban los pies, así que después de subir el primer tramo de escaleras, señaló a la derecha y dijo: “Tomaré una taza de café y esperaré aquí abajo”. Llegamos casi hasta la cima donde vive y tiene su estudio ese maravilloso acuarelista. Compré un aquarela para San Geraldo (clic aquí).

El resto de mi historia es bastante larga. Si no quieres molestarte en leerlo todo, aquí está en pocas palabras: cuando estábamos en Frigiliana, se suponía que San Geraldo estaba tomando café en cierta dirección para que pudiéramos encontrarlo después de escalar el pueblo. No estaba allí, ni en ningún otro lugar donde miramos. No tenía su teléfono. Finalmente apareció. Estaba en mi lista negra. Ahora, si quieres la versión larga (lo que mi cuñado Tom llamaría la versión Michener), sigue leyendo. De lo contrario, salte a las imágenes.

A nuestro regreso miramos donde pensábamos que estaría SG. No ahí. Lo llamé. Sin respuesta. Entonces supe que no había traído su teléfono. Murmuré y maldije. Matt y yo trepamos de un lado a otro en todas direcciones varias veces y no pudimos encontrarlo. Me preocupé un poco. ¿Y si hubiera tenido un infarto y se lo llevaran en ambulancia?

Finalmente, fui al garaje. La puerta por la que salimos estaba cerrada. Sólo salida. Encontré un ascensor. Eso me llevó al estacionamiento privado. Matt llamó. SG había aparecido. Había estado sentado en uno de varios cafés encima del garaje, completamente oculto a nuestra vista a menos que cruzáramos la calle (por esa mediana triangular) y camináramos alrededor de un edificio. Finalmente, se levantó y caminó de regreso a donde nos habíamos separado y vio a Matt y Lindy. Los alcancé. SG se disculpó humilde y profusamente. Había esperado mucho tiempo para ser atendido en el lugar que nos había indicado. Nunca llegó. Luego esperaba que nos fuéramos por más tiempo.

Le pregunté a un camarero cercano dónde estaba la entrada peatonal al garaje. Me dijo. Caminamos hacia abajo. Tuve que pagar la tarifa de estacionamiento en nuestro mismo nivel. Solo que no lo fue. Le pregunté a alguien y me dirigieron por un tramo de escaleras. Cuando volví a bajar, giré a la derecha y caminé la mitad de la longitud de la fila de estacionamiento (pasando alrededor de 10 autos). El coche se había ido. Me di la vuelta y escuché a Matt decir mi nombre. San Geraldo había decidido detenerse más cerca, unos 4 autos en dirección opuesta a la escalera. ¿¡¿Por qué miraría allí cuando volviera a bajar las escaleras?!? Me subí al auto y le dije a San Geraldo que le compré un regalo pero que no estaba de humor para dárselo en ese momento.

Más tarde SG me dijo, después de que pensó que era seguro, que mientras esperaban que subiera del estacionamiento privado, les había dicho a Matt y Lindy que tenía un sándwich delicioso, se sentó a la sombra con una brisa hermosa y realmente se relajó y disfrutó. Matt le dijo: “Creo que tal vez cuando veas a Mitchell, no deberías decírselo”.

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